Por Paula Comandari Fotos Bárbara San Martín
Escribe editoriales y columnas en El Mercurio y, aunque es ingeniero comercial de profesión, su alma de periodista lo ha llevado a estar en lugares de exposición pública. Le gusta estar informado y saber –de lleno– lo que ocurre en el país, con una posición clara que despliega en Tele13 Radio y también en la televisión, en el programa Tolerancia Cero.
–¿Cuán expuesto te sientes por estar en televisión?
–La tele expone harto. Había tenido experiencias antes del estallido social, y se generaba una complicidad. Ahora alguien de la televisión es una persona a quien se le puede enrostrar algo, para bien o para mal, para un lado o para el otro. La gente que es verdaderamente rostro, los que conducen noticiarios, no lo han pasado bien. Con un programa como Tolerancia Cero, que es de nicho, es menos el reconocimiento, pero de todas maneras la gente siente que es el camino para poder manifestar su malestar. Entonces no es tan glamoroso, tiene sus costos.
–¿En redes sociales muchas veces te critican? ¿Cómo es tu tolerancia al troleo?
–A mí no me excitan mucho las redes sociales, pero de repente me bajan esas ganas de comer algo con manjar, y me meto a Twitter. Me como tres pasteles y dejo de comer por una semana. Después de Tolerancia Cero no reviso las redes por consejo de mi hija chica, porque cuando fue la entrevista con Daniel Jadue tuve 570 notificaciones, ninguna muy amable. El sueño de que las redes eran un lugar donde todos podíamos conversar, una especie de plaza pública, se ha transformado en una cosa invivible. A mí me dicen ‘momio’, ‘facho culiao’, ‘cuico culiao’, o ‘éste es el decano más tonto que hay en el país’, y no me siento afectado, porque en mi opinión esos no son argumentos para poder discutir.
–¿Te afecta cuando te desprecian, te insultan o te critican?
–Siempre es muy predecible lo que va a pasar. Curiosamente desde el mundo de José Antonio Kast tampoco me quieren. Me tratan de amarillo y son bien apatotados. Hay gente que se desvive por las redes sociales; yo creo que hay que tomárselo como el vino, moderadamente, porque si no la gente se vuelve alcohólica.
–Las redes están teniendo un rol fundamental. Hoy lo que aparece ahí es tema fundamental, si bien muchas veces lo que se muestra está sobrerrepresentado o no importa tanto.
–Es una vuelta hacia atrás, porque durante muchos siglos lo que tuvimos fueron las voces de los expertos, o en algún momento las religiones administraron la dicotomía de opiniones para poder ordenarlas. Si bien en algunos casos ese orden fue desastroso y manipulado, había una herramienta. Hoy se genera lo que Platón plantea en la República –por eso a Platón no le gustaba la democracia–: el pueblo ordenado se transforma en una muchedumbre. O sea, pasamos de ser gente que está en la calle a gente que está en el estadio, y en el estadio un gran empresario o un gran profesor puede estar desaforado gritándole garabatos al árbitro. Uno se pregunta: ¿esta persona no es el Premio Nacional de Humanidades? Pasamos de un estado al otro, del pueblo ordenado al pueblo desordenado de Platón, y eso tiene mucha repercusión a través de las redes sociales, porque las visiones pasionales quedan muy expuestas.
–¿Cómo podemos salir de ese escenario?
–Surgen preguntas como ¿restringimos o censuramos? Pero eso es mucho peor. Lo que probablemente ocurra es que, al final, esto tienda a ordenarse solo. Se va a caer en un cierto descrédito y de alguna forma surgirá otra herramienta que permita ordenar.
“NO VOTARÍA POR JOSÉ ANTONIO KAST”
Se define como liberal. Nunca ha tenido una afiliación política, ni ha participado de gobiernos. También es mucho menos dogmático en lo económico que la derecha chilena y está alejado del conservadurismo religioso que impregna a una buena parte de este sector. “Siempre he estado en la frontera, dentro de la centroderecha, pero en el borde por dentro”, agrega Covarrrubias, a quien tiempo atrás se le vio entusiasmado con el proyecto inicial de Andrés Velasco.
–Hoy pareciera que hay una especie de complejo en ser de derecha… Incluso algunos prefieren que no se les relacione tanto con el sector. ¿Cómo te sientes tú?
–No me siento de derecha. Ahora mucha gente considera que soy súper de derecha y, por el contrario, el mundo de derecha más conservadora considera que no puedo estar representándolos. Si lo pusiera en términos internacionales, en España habría votado por Ciudadanos y no por el Partido Popular, y menos por Vox; en Italia votaría por Italia Viva, el partido de Renzi, y no por Forza Italia; en Francia votaría por Macron y no por un republicano, y en Estados Unidos habría votado por Biden y no por Trump. Yo reivindico el centro.
–¿Y dónde está el centro hoy por hoy?
–El tema es ése y se ha corrido tanto que hoy, en la Convención Constituyente, el centro es el Frente Amplio. Si uno tiene una lógica para hablar de economía o de política, y de donde se fija el anclaje, la derecha –sobre todo en Chile– ha sido súper conservadora. Pensemos, por ejemplo, que la derecha votó en contra del aborto terapéu- tico, del que ni siquiera el Tea Party es contrario. En los temas mal llamados ‘valóricos’, la derecha ha estado en la derecha del mundo por mucho tiempo, y recién ahora se dio cuenta de que eso generó una gran desconexión. En lo económico, ha sido muy dogmática; se enclaustró detrás de los temas económicos de los Chicago Boys que pueden haber tenido un buen diagnóstico inicial, pero terminan tratando de explicar el mundo a través de un prisma económico. No reivindico eso. Ni el conservadurismo moral, ni el ultra dogmatismo económico.
–Ahora, obviamente si uno tuviera que pensar entre un Sichel y un Boric, uno sabe con quién estas tú.
-–Claro, entre Boric y Sichel, voy a votar por Sichel. Pero entre José Antonio Kast y Boric, voto nulo. No votaría por José Antonio Kast, le haría mal al país. Creo que tiene derecho a tener sus opiniones, pero no es el camino que necesita Chile.
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