El pasado 22 de enero, la CDU confirmó a Armin Laschet -de 60 años de edad- como líder nacional, lo que lo posiciona como futuro candidato a la presidencia en las elecciones del 26 de septiembre. Y también como la vía continuista de Merkel.
Nacida en Hamburgo, en el año de 1954, se convirtió en presidenta de la Unión Demócrata Cristiana desde el 2000 y canciller de la República Federal de Alemania desde 2005.
Se trata de la primera mujer que asumió la jefatura del Gobierno federal desde que nació el Estado alemán (1870), y la primer canciller originaria de la extinta República Democrática Alemana (RDA).
Poco después de la caída del Muro de Berlín (1989), con un doctorado en química cuántica y ya habiendo ejercido en el campo de la investigación, dejó su trabajo científico para unirse a un nuevo grupo político. Angela Merkel “por pura inteligencia y una serie de maniobras tácticas oportunas, ascendió en 2005 a la cancillería”, escribió su biógrafo oficial, Stefan Kornelius.
Merkel nunca ha dicho públicamente por qué dejó la ciencia, pero quizás nunca la dejó, si consideramos la forma en que ha abordado la pandemia y la reflexión cautelosa que ha hecho al respecto.
“Hace 20 años que vivo en Berlín y esta decisión no es ajena a la confianza que me inspira este país, especialmente desde que Angela Merkel tomó las riendas, en 2005. Es una suerte poder cerrar los ojos de noche sabiendo que hay una capitana competente y fiable al mando del barco y no nos va a dejar caer a la primera tormenta. Un privilegio insólito en un mundo en plena tempestad, amenazado por dirigentes megalómanos, demagogos y nepotistas que manejan el destino de los pueblos como si jugaran al ajedrez”, escribió la periodista y escritora Géraldine Schwarz en su último libro es Los amnésicos. Historia de una familia europea.
Hoy por hoy, el 75% de los alemanes apoyan a Angela Merkel. Eso significa que la inmensa mayoría de los votantes, independiente de sus colores políticos, se reconocen en los valores y el tipo de sociedad que defiende la canciller y en el ejercicio del poder que encarna. Un logro casi impensable en esta época en la que el individualismo y la polarización divide a las sociedades.
Y es que Merkel ha conseguido mantener unida a la sociedad alemana a pesar de cataclismos como la crisis financiera de 2008, la crisis de la eurozona, la llegada masiva de refugiados en 2015 y la reciente pandemia de coronavirus.
En resumidas cuentas, Merkel, hija de un pastor protestante, logró ser moralmente irreprochable para poder exigir a sus ciudadanos que fueran responsables y generosos.