Katherine Martorell, la joven Subsecretaria de Prevención del Delito, está agotada aunque no baja la guardia. No ha sido fácil lograr que las personas obedezcan los cada vez más férreos instructivos para contener los contagios y disminuir las cifras de muerte. “La gente no entiende o no cree que les pueda pasar a ellos”, comenta.
Abogada, 38 años, soltera –aunque en pareja, según aclara–, de raíces catalana y árabe, sus padres se separaron cuando era pequeña y se crió en un matriarcado, “con puras mujeres potentes”, asegura dando cuenta de un carácter firme e intenso.
“Tengo un tatuaje aquí en el cuello con mi nombre en árabe –cuenta mientras se toca el símbolo bajo la nuca, oculto entre su cola de caballo y el sweater de cuello alto–. También bailé árabe durante muchos años. Llevo una herencia muy marcada”.
–Una cultura bien machista. Pero de mujeres potentes también.
–Mi abuela falleció hace poco, en noviembre del año pasado y para mí era lo máximo, una segunda mamá. Era una matriarca; todas las decisiones pasaban por ella; de los 5 hijos que tuvo, 4 son mujeres. Todas súper fuertes, empoderadas. Mi mamá ha trabajado toda la vida. Me enseñó a nunca dejar que un hombre me mantenga. Cuando fui candidata a concejal por primera vez (lo logró en 2012 por Quinta Normal), a mi mamá le costó mucho entenderlo. Pero mi abuela me dijo: anda y compite, si pierdes, lo vuelves a intentar.
–¿Qué ha sido lo más difícil en estos días?
–Del 18 de marzo que no veo a mi mamá y ha sido horrible; nunca habíamos estado tanto tiempo separadas; somos cómplices, viajamos juntas, nos contamos nuestras cosas. Sueño con un abrazo suyo. Mi ahijado cumplió 1 año el 26 de febrero y no nos vemos desde ese día; ahora está aprendiendo a hablar y cuando me ve en la tele dice ¡Kathy!
–Debe ser duro llegar a la casa en la noche.
–Tengo pareja, pero las personas no son reemplazables. Salgo cuando está oscuro, llego de noche y me falta ese abrazo, el cariño, la piel.
–¿Cuáles han sido sus reflexiones en estos días?
–He llegado a la convicción de que hay dos pandemias: el Covid-19 y la odiosidad que existe en nuestro país. En las redes sociales el nivel de maltrato es horroroso. No sé en qué momento generamos tanto odio.
–¿Por qué lo ve como una pandemia?
–Porque si no tenemos colaboración, si no hay empatía ni comprensión frente a lo que viven los demás, no vamos a salir de esta situación. Hay una desconfianza y malestar generalizado en la autoridad; no solo en cuanto a mí, también en los parlamentarios, el poder judicial. Una crítica que no es constructiva y que genera una situación de violencia permanente. Es difícil trabajar así.
Se queda pensando y muy seria agrega:
–Me da pena, los chilenos no éramos así. En la Copa América éramos un equipo, salías a celebrar y te abrazabas con todo
el mundo. También con la Teletón. Ese espíritu se perdió justo cuando más se necesita.
–El malestar no es nuevo. Se arrastró por décadas y se patentó durante el 18-O.
–La frase que surgió durante el estallido social (“no son 30 pesos sino 30 años”), tiene una razón de ser… Pero también hay personas a las que no las mueve la frustración sino que la violencia. Eso duele. No contribuye cuando necesitamos salir adelante. Es en la unidad donde se construyen los cambios.
–Durante el estallido se instaló una rebelión contra la autoridad. ¿Cómo la tratan las personas cuando está en terreno?
–Es difícil. Hay gente que valora y apoya mi trabajo. Pero también hay ataques de una gran violencia. Me duele cuando me dicen asesina, que por mi culpa está muriendo gente. El peso es grande.
–¿Se escapó de las manos la pandemia?
–Mi sensación es que las personas no entienden que se pueden morir, así de simple; creen que pueden salir a la calle, hacer mil cosas y el virus les va a pasar por el lado.
–Hay pobreza, hacinamiento, personas que tienen que salir a trabajar para poder comer. El problema es mucho más complejo.
–Es que esa es otra cosa. Ahí la ayuda social tiene que llegar lo más rápido posible, las cajas de mercadería, el bono Covid, el ingreso familiar de emergencia. Pero también hay gente que no tiene miedo, respeto ni solidaridad con los otros.
“El Congreso vive muchas veces alejado de la realidad”, reconoce Katherine Martorell quien compitió en las parlamentarias de 2017. Hoy, al interactuar y conocer mejor el trabajo de esa institución, afirma que el cargo dejó de interesarle.
“A fines de 2019, tras la muerte de Baltasar (dice sobre el lactante asesinado en La Pintana a causa de una bala loca) fui a acompañar a sus padres y como muchas veces me sucede, conectamos de una manera muy linda, hasta el día de hoy. Estuve todo ese día con Linda en el hospital esperando que su hijo falleciera, desde las 8 am hasta las 5 pm y a las 6 fui
a Valparaíso a defender el presupuesto. Llegué destruida y la discusión que se dio entre los parlamentarios fue insólita. No soporté más y dije: vengo de un hospital donde acaba de morir un niño de 10 meses por una bala loca y ustedes preocupados de temas que no son importantes; ¡se necesitan soluciones ahora! Y con el dilatado acuerdo político entre el gobierno y la oposición (para el presupuesto de ayuda social por US$ 12.000 millones) me pasó lo mismo: ¡cómo no se pusieron de acuerdo antes!
“MARCHABA PARA EL 8M”
La abogada no tiene problemas en reconocer que es feminista.
“Vivimos en un país machista. Nos falta avanzar en derechos e igualdad. Por ejemplo, a las mujeres subsecretarias nos tratan por el nombre y a los hombres les dicen ‘subsecretario’ tal… Las diferencias de sueldo son impresionantes. Muchas mujeres cometen el error de masculinizarse para lograr cargos de liderazgo. Es injusto”.
–Usted asumió un cargo donde debe entenderse con instituciones como la PDI y Carabineros. ¿Costó que la aceptaran?
–Hubo resistencia, pero cuando se entendió mi rol colaborador y que no iba a permitir que no reconocieran mi autoridad, me respetaron. La empatía y el trabajo colaborativo demostró que hay que ser muy efectivo para alcanzar objetivos.
–Entonces se declara feminista.
–Totalmente. De toda la vida. Yo iba a marchar los 8M hasta antes de ser subsecretaria. No quiero que las mujeres de las generaciones que vienen deban sacrificar tanto como nosotras para lograr espacios. Cuando llegué a este cargo no había ninguna mujer jefa de subdivisión, ¡hoy tengo tres y son totales! Eso es parte de la sororidad.
–¿Qué ha debido sacrificar para abrirse camino?
–El no tener hijos, por ejemplo.
–No debe ser fácil, siendo heredera de una familia árabe.
–Soy muy intensa; si fuera mamá lo sería al 100% y esta pega no es compatible.
–En 2021 son las elecciones municipales y parlamentarias. ¿Están en sus planes?
–Me habría encantado ser alcaldesa pero eso ya pasó y el Congreso ya no me motiva, para nada. Prefiero la gestión, ejecutar más que discutir.
–En una de esas podría dedicarse a sus proyectos personales terminado este gobierno.
–Es una posibilidad (y se le iluminan los ojos).
–¿Qué es lo primero que hará cuando se termine la pandemia?
–Ir a ver a mi mamá, abrazarla fuerte.