Revista Velvet | ¿La felicidad?
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¿La felicidad?

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¿La felicidad?

POR Leonor Varela | 23 diciembre 2020
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El fin de año s acerca y ya se escucha por todas partes el tintineo de la música navideña. Esa realidad nos asalta y recuerda que llegó “la época más feliz del año”. Yo me pregunto cómo será para muchos encontrarse con esta invitación hostigosa a la alegría forzada. A mí, a pesar de ser una fanática de la Navidad, me resulta algo disonante…

Es tradición por estos días mirar hacia atrás y hacer la hoja de balance del año. ¡Cuánta lucha y reflexión hemos experimentado! El 2020 nos ha cambiado profundamente, desde la intimidad de nuestro hogar, obligándonos a redefinir, a la fuerza, lo que nos hace felices. También nos ha demandado valentía para sincerar lo que realmente queremos y lo que ya no nos va.

Y si hay algo que este año nos dejó claro es que la vida ES difícil. El concepto social de que la vida debería ser “fácil” y que todo debería “fluir” si estamos haciendo lo “correcto”, se desmoronó frente a nuestros ojos y nos dejó con la pregunta: ¿cómo puedo ser feliz dentro de este caos? No nos quedó más que abstraernos de la idea de que la felicidad llega a través del consumo, ese que nos venden en los comerciales y los malls semi cerrados. La búsqueda habitual para saciar nuestros cinco sentidos se ha visto tan reducida que tenemos la maravillosa oportunidad de buscar dentro de nosotros algo diferente: la templanza del corazón. Es así como toca ir en busca de una felicidad más interna y personal.

Lo digo porque a mí la vida me obligó a pasar por este camino hace dos años, cuando falleció mi hijo Matteo. Ese golpe, creo que el 2020 no lo supera. Y desde entonces lo que anhelo es paz interna; esa es mi propia definición de la felicidad. Creo que no hay mejor invitación para fin de año que cada uno encuentre la suya.

Aun habiendo hallado una dirección hacia la cual caminar, es posible perderse, porque está la tentación constante de distraer- nos, de entumecernos, de evitar estar presentes con nuestras emociones de forma auténtica. Hacemos todo lo posible para no tener que sentirlas y reconocerlas como el compás de nuestro bienestar interno. Cuán difícil es estar con nosotros mismos en la simpleza de la quietud…

Creo que vale la pena, mientras cerramos el balance del 2020, preguntarnos si podemos sacar el juicio de nuestro dolor y el conflicto. Esto me permite ver el desafío que está frente a mí como una oportunidad y no como algo a resistir a toda costa. En mi caso, mi duelo no es bueno ni malo, simplemente ES. Y si transito por ese camino con conciencia, es ahí donde más puedo aprender. Entonces, poder ser feliz a pesar de haber vivido la peor tragedia, no es algo tan irracional.

Creo que justamente esos mismos obstáculos son el camino de crecimiento y trascendencia que nuestras almas anhelan. Y son esos mismos desafíos los que nos permiten apreciar plenamente los momentos de gran alegría, para así lograr tener gratitud por lo hermosa que es la vida. Hermosa, sí, pero también caótica, desafiante, inesperada. Y, al final del día, profundamente nuestra, para vivir a nuestro antojo.

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