Revista Velvet | Leonor Varela: Valores compartidos
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Leonor Varela: Valores compartidos

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Leonor Varela: Valores compartidos

POR Leonor Varela | 04 diciembre 2020
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Empezar esta columna días antes del plebiscito en Chile se siente como escribir una carta al futuro. ¿Habremos alcanzado los ciudadanos el derecho a escribir nuestra propia Constitución y así reemplazar una que no fue hecha en democracia? Cuando ustedes estén leyendo esto, el apruebo habrá arrasado. Pero independiente del resultado, y estemos o no en las trincheras de la ardua labor que eso significa, creo que es indispensable que trabajemos por encontrar un lenguaje común y valores compartidos, para así asentar nuestro diálogo. Porque esa es la base de la democracia.

Hoy, a pesar de estar unidos por la globalización, estamos totalmente polarizados en nuestras posturas y creencias. Eso se debe en parte a que nuestras fuentes de información son totalmente independientes: hablan de noticias y “realidades” totalmente opuestas. Y a que los algoritmos que nutren nuestras redes sociales nos retroalimentan con más de lo mismo, validando lo que ya creíamos. Así es que, en vez de establecer un sentido común en hechos concretos, nos vemos aún más divididos (¿alguien vio el documental El dilema de las redes sociales?). La brecha entre ambos polos es abismal. Sin terreno común, el diálogo se hace imposible. Sin terreno común, la democracia se ve amenazada.

No puedo dejar de pensar que, a medida que se aproxima el final de este 2020 del terror y que nos aprontamos a recibir con esperanza el 2021, quizás este nuevo año no venga tanto mejor. Que tal vez no podamos poner un punto final a los desafíos afrontados en el último tiempo con la ilusión habitual del alivio, del “chao, año de mierda”, borrón y cuenta nueva. Y que la inestabilidad económica mundial, el coronavirus, la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global, y sobre todo el profundo malestar social continúe igual o peor. No es exactamente el fin de año que todos anhelamos.

2021, claramente no te presentas tan apetitoso. Pero mi optimismo incansable y mi creencia en el intrínseco valor del ser humano me empujan a buscar un camino, algo a lo cual podamos aferrarnos para salir de estas trincheras. Ahí surge la ciencia como un posible lenguaje común que tanto necesitamos. Hablo de la ciencia seria y respetable, como la que ejercía mi padre, Francisco Varela; la misma que habla del cambio climático y las observaciones objetivas que lo aseguran. La ciencia en el sentido más amplio de los hechos irrefutables: que todo ser humano es creado igual y, por ende, merece los mismos derechos.

También incluiría aquella ciencia que se ha convertido en el lenguaje de la espiritualidad del siglo XXI. La comprensión del comportamiento de los subátomos y la física cuántica han permitido validar la sabiduría milenaria de las comunidades indígenas, las que dicen que todo está conectado, que la tierra no es nuestra y que tenerles respeto a los abuelos es sabio. Que somos energía. Y que nuestros pensamientos afectan nuestros estados internos, los que a su vez afectan nuestras acciones, y lo que somos.

Me anticipo un poco, pero mi deseo y resolución para este fin de año es invitar a hacer más fact checks, a encontrar, antes de reaccionar, ese lenguaje común basado en la ciencia que observa. Y también a diversificar nuestras fuentes de información (sigan a gente en Twitter que no esté de acuerdo con sus opiniones). Ojalá así podamos tejer un terreno común, entendernos y reconstruir nuestro país y sociedad democráticamente, con un propósito común: hacer el bien de todos, para todos. Y no para el privilegio de algunos, para esos pocos de siempre.

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