Revista Velvet | “Este es el mayor experimento psicológico en la historia de la humanidad”
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“Este es el mayor experimento psicológico en la historia de la humanidad”

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“Este es el mayor experimento psicológico en la historia de la humanidad”

POR Silvia Peña | 14 septiembre 2020

El psiquiatra y dramaturgo tuvo Covid-19 hace un par de meses. Fueron momentos difíciles que todavía no termina de asimilar. Convaleciente y a media marcha responde esta entrevista mientras intenta volver a su propia normalidad. Aquí reflexiona sobre el futuro, los efectos postraumáticos de la pandemia y el surgimiento de los pandemials.

Marco Antonio de la Parra (68) se asoma apenas al otro lado de la pantalla. A ratos sólo muestra parte de sus ante- ojos y la frente, luego aparece su cara por completo. Es el final de la jornada y desde que tuvo Covid-19 —entre mayo y junio recién pasado— dice que la energía le dura hasta cierta hora del día. “Me quedan secuelas. No es un malestar general, pero no estoy al ciento por ciento, me falta energía. Me cuesta leer y para mí, que soy lector compulsivo de un libro diario, es extraño. Antes tenía organizado un sistema de alto rendimiento, ahora debo tomar momentos de descanso. Todo esto me obligó a parar, me va a llevar más tiempo de lo esperado retomar mi ritmo”, se lamenta.

De hecho, esta entrevista tuvimos que suspenderla cuando fue internado en la Clínica Las Condes con un fuerte cuadro febril. “Estuve hospitalizado seis días y anduve bien, creo que porque no he fumado nunca. Hubo un momento en que me inquieté porque empezó a tomarme los pulmones, se me hizo muy difícil respirar, pero no necesité ser intubado, por suerte. Pero sí tuve los otros síntomas, me sentía muy mal, con mucha fiebre y muy ahogado”.

—¿Sintió miedo en algún momento?

—Claro, sobre todo una noche en que me pasaron a cuidados intermedios. Ahí pensaba: si esto progresa, si se agrava…

Ese fue el momento más inquietante. Y la parte más dolorosa; el aislamiento absoluto, nadie se podía acercar, sólo una corte de astronautas, todos disfrazados. Menos mal me dejaron el celular y pude tener cierto contacto con gente, pero la información que me llegaba era poquísima. Es que todo es tan impredecible. Después me enteré de que un amigo médico estuvo internado al mismo tiempo que yo, pero en otro lugar y al final falleció, nadie me quería contar. Fue impresionante. Esto funciona como una especie de lotería y eso es lo que desata el miedo.

—Pero usted tiene herramientas para enfrentar esas emociones.

—Claro, pude desarrollar una esperanza, tranquilizarme, también entendía que estaba en riesgo. Ese diálogo conmigo mismo lo hice gracias a que pude hablar por celular con mis seres queridos, estuve siempre consciente y por suerte sólo con oxígeno, sin intubar.

—¿Y Ana Josefa Silva, su señora, se enfermó también?

—¡No le pasó nada! A ninguno de los habitantes del departamento… Se declararon todos asintomáticos.

LA CLAVE ES ACOMPAÑARSE

Antes de estar enfermo, de la Parra había pasado de un salto—obligado por la cuarentena— del mundo real al virtual: siguió atendiendo pacientes, escribiendo, devorando libros, incluso estrenó online la obra Mister Shakespeare para el Día Nacional del Teatro el 12 de mayo pasado. “Ese día terminé exhausto, eso debió ser una pista de lo que venía, de que me iba a enfermar, que había que cuidar las energías, pero me di el gusto de hacerla”.

—Y los textos que estaba escribiendo, ¿quedaron abandonados?

—Hasta hace unos meses estaba trabajando en un escrito prepóstumo que recogía materiales de varias épocas; narraciones dentro de una novela escrita por una persona puesta en el ahora o en el postahora, pero me encontré con la pandemia que me rompió todo, superó la ficción y derrumbó el texto. Lo retomaré cuando tenga pilas de nuevo, cuando esto se aclare, porque la sensación de incertidumbre es brutal.

—¿Qué aprendió de este período?

Que hay que cuidarse, que la enfermedad existe. En algún rincón de la mente de los seres humanos de Occidente hay negación. Todavía algunos dicen “esto no es cierto, es un invento de los chinos, de los rusos o le va a pasar solamente a gente muy mayor, a los con enfermedades de base”. Y uno que estaba bastante sano… ¡pum aparece! y no afecta al resto de los habitantes de la casa, entonces es una tómbola. No tengo idea cómo me contagié. Y uno empieza a sospechar del cabro del delivery, de la entrega de la pizza; por cualquier parte puede producirse el contagio.

—¿Qué emociones ha visto en sus pacientes?

—La ansiedad inmensa e incertidumbre ante lo que estamos viviendo, la molestia de sufrir el confinamiento y las consecuencias sobre la vida de pareja y familiar. Para qué decir sobre el tema laboral, económico. No sabemos todavía qué va a pasar en lo epidemiológico, social y económico. Incluso en lo político. Estamos viviendo un momento particularmente extraño y eso se manifiesta como ansiedad, recrudecimiento de algún cuadro depresivo, sobrecarga de estrés.

—¿Es posible superar estos problemas sin apoyo profesional?

—Lo que hacemos los psiquiatras y terapeutas es una experiencia estandarizada que puede darse en una buena relación de amigos o familiar. La clave es acompañar, tener escucha, poder estar en grupo, ser la aldea que acoge, pero eso es difícil cuando no están las condiciones, hay problemas no resueltos, violencia latente o manifiesta. Sin duda, lo que hace el psicoterapeuta es promover la resiliencia de forma profesional, pero lo puede hacer otra persona. Hay ciertas familias y parejas que manejan bien el estrés de la incertidumbre y la ansiedad.

—Y a nivel colectivo, ¿hay recetas?

—El único recurso adaptativo es crear. Eso es definitivo, habrá que reinventar un mundo y desarrollar el futuro cercano. Y eso va a exigir una imaginación social, política y económica enorme. A mí lo que me preocupa es que en la agitación social la sordera es la costumbre, la gente no se escucha y tapa al otro, y oírnos es lo único que nos va a sacar de esto. Lo único que nos va a permitir hacer una buena resiliencia es una escucha desde todos para que podamos reanudar la vida detenida por esta feroz agonía del mundo del coronavirus y la agitación social.

—Y en este saber escuchar, ¿cómo ve el rol de las autoridades chilenas?

—Esa es la pregunta más difícil ¿Estarán dispuestas las autoridades a tomar el rol de padres en la familia país? En general, la clase política no ha dado el ancho frente a la intensidad que ha habido desde el estallido social hasta ahora. Por otro lado, lo urgente se ha comido todo. El plebiscito se va a votar en condiciones de excepción… Y luego vamos a seguir viviendo una cosa muy extraña, será el verano más raro que hayamos tenido nunca. Cuando completemos un año de pandemia vamos a empezar recién a conversar algún tipo de plan y eso se va a comer a las autoridades. Este gobierno que parecía iba a ser devorado por la agitación social será devorado por un virus.

—¿Vamos a quedar con estrés postraumático todos?

—Claro. Este es el mayor experimento psicológico en la historia de la humanidad: el encierro, la amenaza, todo junto. Somos muy diferentes a lo que éramos hace 10 meses. No termina la metamorfosis, estamos mutando, pensando de manera distinta. Se necesitan otras palabras, otro lenguaje, otro discurso para dar la cara a lo tremendamente nuevo que estamos enfrentando.

—En Chile la pandemia vino después del estallido social, ¿cree que se retomará la primera línea con la llegada de la fase 1?

—En este momento no me atrevo a hacer un pronóstico. Pueden pasar tantas cosas… Pero sin ser futurólogo sé que la crisis económica que va a venir será muy seria, no sé si va a permitir jugar a la violencia callejera como alternativa o va a fomentarla. Por otro lado, vamos a tener un medio político agitado, con el plebiscito primero y luego con las elecciones. Ahí te quiero ver… no me atrevo a imaginar todo lo que se viene.

LA APARICIÓN DE LOS PANDEMIALS

—Usted y otros columnistas han acuñado el término pandemials, ¿a quiénes se refiere?

—Antes y durante el estallido uno hablaba de los millennials y los centennials haciendo política. Los millennials, esa gente preocupada de sus propios intereses, con su ‘cuarto de libra ahora’, muy centrados en sí mismos, más preocupados de ganar dinero y viajar al Sudeste asiático que de permanecer en un trabajo y jubilar con un galvano. Uno veía como un fenómeno interesante a esta generación que había recibido los beneficios del neoliberalismo y quería cambiarlo. Y llega la pandemia y arrasa con la estabilidad económica y los recursos, el acto de compra y venta, y nos deja en este mundo vigilado donde estamos pendientes de cómo respiramos, de saber cómo está el oxigeno en nuestra sangre, y empiezan a desaparecer las fuentes laborales… Y surgen los pandemials: la mezcla de millenialls y centennials golpeados por la pandemia. Quedaron transformados en estos jóvenes que no saben mucho qué hacer porque antes flotaban en la certidumbre. Muchos están en primer año de universidad y nunca han visto a sus compañeros.

Convaleciente y todo, Marco Antonio de la Parra está presente con tres obras de su autoría en cartelera: La familia, con Pali García y Francisco Melo; La secreta obscenidad de cada día, actuada por él junto a León Cohen; Dani&Mati: amor en tiempos de pandemia, con Camila Hirane y Nicolás Oyarzún.

También, junto a Isidora Stevenson, es director artístico de la Muestra Nacional de Dramaturgia, que se iba a desarrollar en agosto en la IV Región. “Hemos tenido que replantearla completamente. Por ahora será en noviembre. Seleccionamos cinco estupendas obras de teatro de 200 que llegaron. Lo bueno es que al tener que hacerlo de manera informática podremos llegar a más gente en todo Chile. Eso ha sido muy bueno, el fenómeno de los conversatorios después de las obras online. El teatro ha llegado a lugares donde antes ni se soñaba y eso es lo mejor de esta pandemia”.

Asegura que en algún momento su paso por la clínica se traducirá en un libro, quizás en una obra de teatro, por ahora está más convaleciente de lo que querría.

“No estoy leyendo a la velocidad que acostumbraba, escribo algo de teatro, poquita cosa, no tengo la disposición y la ocurrencia que yo me reconozco cuando estoy bien, eso tengo que asumirlo. Es extraña la condición de la convalecencia. Uno imagina la salud, pero la salud no llega. Todavía hay exámenes que me tengo que hacer y seis meses de tratamientos por delante. Estoy viendo cómo ordenar el tiempo de nuevo: las mañanas dedicadas a la creación, las tardes a atender (pacientes) y el resto a la familia. Además, como todo se mezcla uno se la pasa —como dice Charly (García)— yendo de la cama al living…”.

 

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