Cultura Pop

⁠“Baby brain”: cuando la maternidad reescribe el cerebro

⁠“Baby brain”: cuando la maternidad reescribe el cerebro
Cultura Pop

⁠“Baby brain”: cuando la maternidad reescribe el cerebro

POR Rommy Buchholz | 11 mayo 2025

“Ya, Javi, haz lo que tienes que hacer”, se repite a sí misma Javiera Muñóz, una madre primeriza de 33 años, mientras intenta recordar si contestó ese mensaje pendiente o si volvió a dejar el celular en el refrigerador. Desde que nació Clemente, su primer hijo, las palabras ya no fluyen como antes, la memoria le juega malas pasadas y hasta una lista de compras puede convertirse en un desafío. No está sola: según estimaciones, cerca del 80% de las madres primerizas experimentan lo que se ha bautizado como baby brain —una sensación de niebla mental, olvidos y desconexión momentánea— que puede parecer una pérdida de capacidades, pero es en realidad todo lo contrario. La ciencia hoy confirma lo que muchas intuían: el cerebro materno no se apaga, se transforma.

Durante años se ha hablado del baby brain como si fuera un chiste interno entre mamás: esa sensación de estar más distraída, de perder las llaves, olvidar palabras o entrar a una habitación sin recordar por qué. Pero la ciencia ya no lo toma a la ligera. “El baby brain es un fenómeno real, respaldado por la ciencia, pero que no sería tan negativo como se ha planteado”, explica en conversación con Revista Velvet la Dra. María Ignacia Carrasco D., médica psiquiatra y Creadora y host del podcast Proyecto Bienestar.

¿Qué ocurre realmente en el cerebro de una madre?

La neurociencia lo entiende como parte de un proceso más amplio. “Hoy en día utilizamos el concepto de matrescencia para describir la profunda transformación –física, mental y emocional– que conlleva la maternidad”, señala la doctora Carrasco. Durante el embarazo, el cerebro atraviesa una reorganización estructural. Este proceso de adaptación se debe a la neuroplasticidad, es decir, a su capacidad de cambiar en respuesta a nuevos desafíos.

Para Fran Feuerhake, escritora y artista, madre de tres hijos —el menor, un recién nacido—, el fenómeno va aún más lejos. “Siento que tengo baby brain al 100%. Es como tener déficit atencional, pero muchísimo más grave. Se me olvidan las palabras, los nombres de las cosas, y estoy más lenta. Y quizás… yo no sé si es baby brain como en el sentido de que una está más tonta porque pierde materia gris —eso es lo que he escuchado, no sé si será cierto—”, comenta.

Pero la ciencia tiene una explicación. “Estudios de neuroimagen han demostrado que, durante el embarazo, ciertas regiones cerebrales reducen ligeramente su volumen de sustancia gris —un efecto similar a una poda neuronal—, especialmente en áreas vinculadas a la memoria, como el hipocampo”, explica la Dra. Carrasco. “Aunque hablar de ‘pérdida de materia gris’ suena negativo, en realidad se interpreta como un proceso beneficioso, donde el cerebro elimina conexiones poco importantes para crear vías más eficientes orientadas a la maternidad“.

No es tu cabeza, es el contexto

Además de los cambios cerebrales, hay un elemento que suele pasarse por alto: el entorno. “Esta sensación de niebla mental está estrechamente relacionada con factores cotidianos como la falta de sueño, el estrés emocional y la sobrecarga de responsabilidades”, señala la Dra. Carrasco. A eso se suma la carga mental, ese esfuerzo invisible de planificar, anticipar y resolver todo lo relacionado con el hogar y la crianza.

Javiera lo describe con humor, pero también con resignación: “En un comienzo estaba muy urgida, pero empecé a tomarlo con humor y así se lleva mejor; me evito la frustración y los malos ratos. Todos te miran como que no estás pescando mucho la conversación, y de verdad que tu cabeza llega a estar en piloto automático. No es falta de interés, sino que simplemente mi mente no ‘computa’ lo que están conversando“.

Su experiencia resume lo que muchas madres viven en silencio: sienten que algo falla, cuando en realidad están respondiendo a una sobrecarga invisible. Como lo explica la doctora Carrasco: “La evidencia muestra que su desempeño intelectual sigue siendo sólido, lo que falla no es el cerebro, sino el contexto que lo sobrecarga“. Javiera intenta mantener rutinas, escribir en su agenda o recordarse en voz alta lo que tiene que hacer.

Fran, en tanto, ha notado cómo su atención se volvió extremadamente selectiva. “Si alguien me habla de algo que no tiene que ver con mi guagua, estoy con una atención flotante. Después me dicen ‘te conté que me iba de viaje’ y yo no me acuerdo. Pero es porque mi atención está en otra parte, y creo que eso es algo hormonal, no solo neurológico”, reflexiona. “Estamos híper, híper concentradas en otra cosa. En algo que nadie más está mirando con esa intensidad”.

Ambas coinciden en algo clave: el baby brain no es un error individual, sino una adaptación a un contexto que exige demasiado y ofrece poco apoyo. Como lo resume la Dra. Carrasco: “Lo que a veces se interpreta como déficit, en realidad es una respuesta normal frente a una alta exigencia y escaso apoyo”.

Otra etapa, otro cerebro

El baby brain no es exclusivo de las madres primerizas. A veces incluso puede sentirse con más intensidad en maternidades posteriores. Eso le ocurre a Fran, quien compara su experiencia actual con la que vivió hace más de una década. “Con mis otros hijos, cuando era más chica, tenía la atención más dividida: también me importaba lo que hacían mis amigas, si salían a carretear, y yo tenía ganas de salir. Estaba más repartida. Ahora, a los 35, siento que tengo el cerebro más maduro para concentrarme 100% en mi recién nacido. Creo que mi baby brain no fue tan tremendo en ese entonces como ahora“.

Esa concentración total también tiene un costo. Fran admite que ha intentado escapar —aunque sea por momentos— de la intensidad de la maternidad para no perder perspectiva: “Estaba tratando de leer un poco, algo que no tenga que ver con guaguas. Simplemente porque de pronto me siento un poco como (…) saliendo de las profundidades del tema de la guagua, uno puede ver todo con un poco más de perspectiva. O sea, si la guagua tomó 100 o 120 ml, uno puede estar todo el día obsesionada con ese numerito estúpido. Pero si te pones a leer una novela, es como que esa ansiedad se disipa“.

Cómo apoyar a una mente en transformación

Una de las claves para vivir esta etapa sin culpa ni frustración está en entender que el baby brain no es una disfunción, sino una adaptación. “Diversas investigaciones indican que con el tiempo la mayoría de las funciones cognitivas vuelven a su nivel previo una vez que la mujer se adapta a la vida con el bebé, las hormonas se estabilizan y el sueño y la rutina mejoran gradualmente”, explica la Dra. Carrasco. “Algunos cambios cerebrales pueden permanecer, pero eso no significa daño: son transformaciones funcionales que pueden enriquecer la experiencia de la maternidad”.

En la práctica, eso implica dejar atrás la exigencia de “volver a ser la de antes” y adoptar una nueva forma de habitar la mente: más flexible, más compasiva. Javi, por ejemplo, ha notado que su forma de pensar y decidir también se ha transformado. “Siento que algunas decisiones que no son tan importantes ya no las medito tanto como solía hacerlo antes. Entonces mi mente selecciona el nivel de importancia y puede ser como que hasta me importen menos ciertas cosas. Y es lógico, porque todo el día se trata del bienestar de tu guagua, de gozarlo y hacerlo lo mejor posible en la maternidad“.

El entorno también juega un rol fundamental. Como explica la doctora Carrasco: “El apoyo emocional y práctico a las madres recientes es crucial durante su adaptación a la maternidad. En primer lugar, reconocer y validar sus experiencias. La familia y la pareja deben entender que la madre no ‘está distraída porque sí’, sino que atraviesa un periodo de adaptación, y por ello resulta vital compartir las cargas, repartir las tareas del hogar y de cuidado“.

Durante mucho tiempo se repitió la idea de que la maternidad te distrae, te vuelve torpe, que la mente “ya no es la misma”. Y es cierto: ya no es la misma. Pero no porque haya perdido capacidad, sino porque funciona con otra lógica. En lugar de enfocarse en todo, el cerebro aprende a priorizar lo urgente: la vida que acaba de llegar.

Te puede interesar