Desde el comienzo de la mortal pandemia que una figura ha llamado la atención durante los ‘puntos Covid’, cuando día a día el ministro Jaime Mañalich da cuenta del estado de la peor crisis sanitaria que haya golpeado al mundo y a Chile.
A sus espaldas, en el ángulo izquierdo del podio, un hombre se divisa tenso detrás de la mascarilla. Ese hombres es Arturo Zúñiga, 36 años, ingeniero comercial de la PUC, padre de 4 hijos (de los 9 a 1 año).
El llamado “escudero” de Mañalich, debido a una relación que se prolonga desde el primer gobierno de Piñera, cuando fue su jefe de gabinete, continúa hoy flanqueando al titular de salud, como el subsecretario de Redes Asistenciales. Esto es, el hombre a cargo de administrar las camas hospitalarias (públicas y privadas), de sumar nuevas unidades a la red y ampliar la disponibilidad de las Unidades de Cuidados Intensivos, así como de velar por que no falten los insumos médicos fundamentales —entre ellos los urgentes ventiladores mecánicos, las protecciones, las mascarillas—, insumos fundamentales para que la primera línea de la salud pueda desempeñar a salvo su trabajo.
Esto, cuando el número de contagios se expande de manera alarmante, situación que llevó al gobierno a tomar la decisión más radical para controlar la emergencia: decretar cuarentena obligatoria para el Gran Santiago, esto es 36 comunas, así como barreras sanitarias en el perímetro de la ciudad y que comenzará a regir desde este viernes, quién sabe hasta cuándo.
¿Cómo enfrenta un ingeniero comercial en medio de una crisis sanitaria tan potente?, le pregunté en una entrevista que le hice para un diario hace algunos días. Al otro lado de la pantalla, el hombre que siempre figura tenso en televisión, que cada día enfrenta con evidente nerviosismo las cámaras, se veía relajado, aunque admitió: “Este es el desafío más grande de mi vida. Estar en el ministerio de Salud, con la peor crisis sanitaria de los últimos 100 años, sin duda será marcador”.
Al otro lado de la pantalla, el subsecretario se veía varios kilos más delgado que desde el día en que asumió.
El hombre que pasó de estar “frente a una pantalla viendo cómo subía y bajaba el dólar”, a dirigir la división de Salud de la Corporación Municipal de Panguipulli, como parte del programa “Jóvenes al Servicio de Chile” (ligada a la Fundación Jaime Guzmán). Que tras el SP1, dirigió la Clínica de la Universidad de Los Andes, hoy a cargo de las más de 1400 camas hospitalarias, reconoció que una cosa es administrar los recursos públicos y privados, determinantes para hacer frente a la pandemia, y otra bien distinta es enfrentar el tremendo dolor humano que hay detrás de las cifras que día a día se entregan desde La Moneda.
“La carga emocional es muy fuerte. Nos encontramos frente a un virus muy cruel”, dijo.
Debe ser raro para alguien que proviene del mundo de las finanzas enfrentarse a un escenario como éste, comenté.
“No estoy acostumbrado a ver las situaciones que normalmente suceden en los hospitales, a estar tan cerca de la muerte. Cuando pasó lo de Lorena Durán (la primera trabajadora de la salud en morir a causa del coronavirus, en la Araucanía), viajé a acompañar a la familia. Se me quebraba un poco la voz, pero tomaba aire, hablaba más despacio y al final lograba conversar con la familia. Es difícil quedar indiferente… El marido de Lorena no pudo asistir al funeral porque se encontraba en cuarentena; y sus cercanos sólo pudieron verla luego de 30 días, para despedirse… El día que falleció, sus compañeros en el consultorio seguían trabajando, con los ojos llenos de lágrimas. Es terrible”, admitió.
Así, el hombre detrás de la mascarilla pasó de un cómodo asiento en una empresa del rubro financiero a una cara muy distinta de la realidad. Aunque lo cierto es que cualquier error de cálculo, cualquier traspié ante la falta de los necesarios recursos que hoy marcan la diferencia entre la vida o muerte, podría ser el primero en pagar con su cargo para proteger con su escudo al todopoderoso ministro Mañalich. El fusible que podría saltar si es que sobreviene el apagón sanitario. De eso no hay dudas.
Fotos: Ministerio de Salud