Tres meses y 10 días. Ese es el tiempo transcurrido desde que el Covid-19 hizo su fatal desembarco en nuestro país. Lapso suficiente para evaluar los liderazgos que, para bien o mal, han administrado la peor epidemia de la historia y que, al cierre de este blog, contabilizaba la trágica cifra de 2700 muertos y más de 150 mil contagios.
¿Quiénes han sido los buenos, los malos o feos de esta cruel historia?
En el Ejecutivo, resulta imposible separar al renunciado ministro de Salud, Jaime Mañalich, del presidente de la República, Sebastián Piñera. Si bien el ex titular de la cartera dio un paso al costado el sábado 13 de junio (siendo reemplazado por el toxicólogo Enrique Paris), su decisión fue tras una larga cadena de errores con resultados fatales.
Mientras la crisis comenzaba, hace más de 100 días, con el Presidente fueron apuntados de soberbia en el manejo de la pandemia; más preocupados de las cifras y asegurar que estaba todo bajo control, que Chile era el mejor país de la región en cuanto al control de la epidemia, al anunciar día a día la incorporación de nuevos ventiladores mecánicos, ampliación del número de camas, y una larga cuenta de instalaciones e insumos (lo que por cierto se agradece).
Pero, la suma de errores de comunicación, de estrategia metodológica, como también las fallas en el manejo de datos (imposible olvidar la frase del “castillo de naipes” de Mañalich), que se ha constatado en estos días.
La información dada a conocer por Ciper de que el Minsal reporta a la OMS una cifra de fallecidos más alta que la informada a diario en Chile, precipitó su salida. La amarga guinda de una larga lista de quejas por parte de mesas de expertos y alcaldes ante la falta de comunicación y que solo se enteran a través de la prensa de las decisiones del gobierno.
Cómo olvidar el famoso llamado a la “nueva normalidad”, tal vez el mayor traspié del gobierno donde además se instó a que el sector público volviera a trabajar. La extraña sugerencia de la subsecretaria Paula Daza a tomar café con amigos pero a dos metros de distancia, cuando lo peor estaba por venir (algo que obviamente la inhibe de postular al papel de “buena”). Peor aún, según algunos expertos, la confusión generada en la población fue tal que sólo aceleró la tragedia. Quien sí califica al rol de “bueno” sería Arturo Zúñiga, quien ya no sabe cuántas camas más convertir ni cuántos ventiladores más traer para contener la crisis. Incluso puso contra las cuerdas a las clínicas privadas para que adecuaran sus instalaciones y hasta amenazó con intervenirlas a la fuerza. Eso sí, le juega en contra su retorno anticipado a la escena pública tras una fugaz cuarentena preventiva —a raíz de un contacto estrecho con un caso positivo se corona virus—, contraveniendo los protocolos de la OMS y el Minsal.
Sin duda que el Colegio Médico es el bueno de esta trágica película, al denunciar una y otra vez los errores del gobierno y llamarlos a rectificar. En especial su presidenta, Izkia Siches (ligada al PC), quien se anotó un punto al idear la mesa de economistas para lo cual convocó a Andrea Repetto (Evopoli), quien a su vez dio origen a un grupo paritario y de todas las tendencias políticas (Nueva Mayoría, RD y simpatizantes de derecha).
En el mundo edilicio hay varios “buenos” formando el elenco. El alcalde de Puente Alto, Hernán Codina (RN), por ejemplo, quien al comienzo de la epidemia, desde su rol de presidente de la asociación gremial que lo une, y representando la voz de las 36 comunas de la RM, llamó a Piñera y Mañalich a implementar con urgencia la cuarentena obligatoria para todo el Gran Santiago, cosa que el gobierno desoyó. El llamado de Codina cayó pésimo por provenir de un líder oficialista, sin embargo, ante la expansión del desastre sanitario, el ejecutivo optó por implementar la medida.
También califica al bando de los buenos Evelyn Matthei. La alcaldesa de Providencia fue la primera que llamó a cerrar los malls y así dar cuenta de que más que el comercio lo importante son las vidas.
Punto también para Felipe Alessandri, al declarar en su momento y en voz alta “que en Santiago centro la gente está muriendo de hambre”. Así puso presión sobre un gobierno cuando éste hablaba de volver a una “nueva normalidad”.
No hay buenos, sino puros feos y malos en la oposición. Tanto a nivel municipal, pero más que nada parlamentario y político. Un mundo paralelo y ausente, sin aportes reales que demostrar en esta pandemia. Más bien concentrados en la ardua discusión para terminar con la reelección legislativa indefinida y con retroactividad, negociaciones en las que se tardaron días, en lugar de acelerar —y destrabar— la aprobación de proyectos en ayuda de los sectores más castigados por la pandemia.
Desde los ministerios, estos serían hasta ahora los “buenos”: Ignacio Briones en Hacienda, Sebastián Sichel, quien en el reciente ajuste de gobierno pasó de Desarrollo Social al presidir el Banco Estado y así se convirtió en el “bueno-víctima”. La vocera Karla Rubilar, por tener que dar la cara y pedir disculpas ante las constantes equivocaciones del gobierno, como los errores en los cálculos de las cifras de muertos y contagiados, el anuncio de la entrega de cajas antes de que estuvieran listas, entre otros.
En los créditos finales, destacar en el reparto de los “buenos” a las agrupaciones científicas, médicas, académicas y de economistas, así como a las organizaciones del sector civil, destacando a Espacio Público y su presidente Eduardo Engel, que con rigurosidad metodológica han medido de forma independiente el pulso de la pandemia, sin temor a cuestionar las cifras y, lo más importante, las decisiones detrás de ellas.
¿Qué otros buenos, malos y feos calificarían ustedes? Tengo la impresión de que me quedé corta…